Venezuela está inmersa en un profundo proceso revolucionario fruto de la crisis orgánica del capitalismo que en América Latina ofrece una de sus caras más descarnadas. De los 526 millones del continente, cerca 256 millones de personas viven en la extrema pobreza y, según datos de la CEPAL, la pobreza alcanza al 77% de los latinoamericanos. Por el contrario el 20% de la población detenta el 61% de la riqueza. Estas cifras que reflejan una realidad insostenible para millones de personas donde el hambre, la malnutrición, el analfabetismo, la falta de asistencia sanitaria, los bajos salarios y largas jornadas se ceban en condiciones de vida infrahumanas para la mayoría de los trabajadores y sus familias, son la explicación de fondo no sólo de lo que ocurre en Venezuela, sino en toda América Latina, especialmente en Brasil, Ecuador, Perú, Argentina...
América Latina es un continente en revolución que muestra su expresión más álgida en Venezuela. La elección de Chávez como depositario de las esperanzas de los trabajadores y pobres de Venezuela en un cambio social que acabase con la situación de miseria y desigualdad que vive el 60% de la población, abrió una nueva página en la lucha de clases de este país. Una página que durante este mes de octubre vuelve a poner en evidencia las contradicciones internas del proceso revolucionario.
Después del 13 de abril
La magnífica movilización de los trabajadores que dio al traste con el golpe de estado el 11 de abril, reponiendo a Chávez al frente del gobierno, supuso un fuerte revés para la oligarquía y el imperialismo, que en menos de 48 horas vieron como la acción revolucionaria de las masas rompía su estrategia golpista evitando la consolidación de una dictadura en Venezuela.
Si en ese momento la dirección del movimiento revolucionario hubiese hecho un llamamiento a la formación de comités en defensa de la revolución, expropiando las grandes empresas, los medios de comunicación, la banca y los latifundios bajo el control de los obreros, a la vez que la formación de comités de soldados para deponer a los oficiales golpistas, coordinando sus acciones con los trabajadores, la clase obrera venezolana habría acabado con la reacción de un plumazo, abriendo una nueva página en la historia no sólo venezolana, sino de toda América Latina.
Desgraciadamente, tras su restitución, Chávez creyó que era posible conciliar lo irreconciliable. Su primer objetivo fue fundar las “mesas por el diálogo” con constantes llamamientos al “entendimiento” para “levantar entre todos la patria”. Aceptó la dimisión de Gastón Parra y su equipo directivo al frente de PdVSA, restituyendo en la dirección de Petróleos de Venezuela a reconocidos golpistas; aceptó la apertura de mesas para discutir la modificación de la Habilitante, entre otras la Ley de Tierras y la Ley de Hidrocarburos y aceptó los planes económicos presentados por los ministros de Economía y Planificación que aumentaron el IVA, los impuestos indirectos y la devaluación del bolivar lo que ha provocado una explosión de la inflación (se calcula que la tasa interanual ronda ya el 25%) que ha disminuido de manera dramática el poder adquisitivo de los trabajadores y sectores más pobres de la sociedad. Estas medidas fueron acompañadas por la emisión de deuda pública a corto plazo, lo que significa que los banqueros y especuladores ganarán miles de millones a costa de las arcas del Estado. Analistas y revistas especializadas en economía saludaron estas medidas como “una vuelta a la economía ortodoxa”.
Chávez, probablemente asesorado por ministros como Nóbrega, creía que de esta manera los empresarios y el imperialismo norteamericano cejarían en su empeño de acabar con el gobierno, ya que quedaba patente su intención de no ir más allá de los límites del capitalismo.
Sin embargo, los efectos de estas medidas fueron exactamente los contrarios a los que pretendía el gobierno: envalentonaron a la reacción que tomaron como una muestra de debilidad estas concesiones. Las masas habían echado atrás el golpe para defender las conquistas de la revolución bolivariana (entre ellas la Habilitante), pero el gobierno estaba dispuesto a retroceder y aceptar “las reglas del juego”. Los golpistas se encontraron que, a pesar de su fracaso, seguían disponiendo de sus posiciones, recursos y medios para seguir preparando un nuevo golpe.
El TSJ absuelve a los golpistas
En efecto, mientras los trabajadores miraban con preocupación lo que estaba ocurriendo y la libertad y descaro con el que se movían los golpistas, desde el gobierno se multiplicaban llamamientos a la calma, se dejaba en libertad bajo arresto domiciliario a los participantes y dirigentes del golpe ¾ lo que permitió la huida de Carmona a Colombia y desde allí a Miami ¾ ; se planteaba que muchos de los militares que participaron en el golpe “lo hicieron engañados” manteniéndolos en sus puestos y el propio Chávez hizo reiterados llamamientos al desarme de los trabajadores; se dejó en libertad a la camarilla mafiosa y corrupta de la CTV encabezada por Carlos Ortega, y se apeló a respetar la “legalidad vigente” asegurando que la conspiración golpista había sido desmantelada.
Durante todo este tiempo, los medios de comunicación siguieron publicando editoriales golpistas, organizando una campaña de prensa internacional contra Chávez, a la vez que manifestaciones y caceroladas contra el gobierno; los empresarios ¾ mientras participan en las diferentes mesas abiertas por el gobierno ¾ intensificaban el boicot económico a través de la fuga de capitales y la caida de la inversión ¾ según datos de Bradynet.com, en el último año y medio se calcula que han salido de Venezuela 7.800 millones de dólares y el PIB ha caído un 9,9% en el segundo trimestre de este año, El País, 22.10.02, debido a la huelga de inversiones, lo que ha provocado un aumento del paro al 16,4%. ¾ ; la reacción afianzaba sus privilegios en el aparato del Estado y los militares golpistas seguían manteniendo sus posiciones en los cuarteles.
Como demuestra la experiencia, todos los estamentos del aparato del Estado burgués tienen como único objetivo la defensa de la propiedad privada y el mantenimiento de la burguesía como clase dominante. Si bien en tiempos “normales” esto pasa desapercibido para las masas, no ocurre así en época de crisis revolucionaria cuando todos los llamados poderes fácticos actúan sin tapujos y a cara descubierta. La sentencia del TSJ absolviendo a los militares golpistas y declarando que en Venezuela no había habido golpe de estado sino “vacío de poder” demostró en la práctica qué intereses y a qué clase sirve la justicia burguesa.
Como ha venido ocurriendo cada vez que la reacción ha dado un paso, la respuesta de los trabajadores ante esta nueva provocación no se hizo esperar, rodeando el edificio del TSJ. Sin embargo, el gobierno, asustado por la acción de las masas en la calle, hizo llamamientos para abandonar la zona y envió a la Guardia Nacional a reprimir a los trabajadores.
La actitud del gobierno ante esta sentencia fue un nuevo jarro de agua fría para el movimiento revolucionario.
Desde el 13 de abril la justicia burguesa ha intensificado sus acciones contra el movimiento revolucionario: se han sucedido los encarcelamientos de activistas bolivarianos; se han allanado casas y locales; se ha dejado en libertad a los latifundistas responsables de asesinatos de dirigentes campesinos en diferentes zonas del país, especialmente en el estado de Zulia; se han cerrado medios de comunicación alternativos; se ha juzgado a dirigentes de los Círculos... y para más inri no tuvieron ninguna vergüenza en declarar que ¡el 11-A no hubo golpe de Estado!
Nuevamente vemos aquí la importancia de la dirección. En lugar de desenmascarar los intereses de clase que se ocultan tras la fachada de la llamada justicia, apoyando el movimiento instintivo de la clase obrera, se aceptó la sentencia, reconociendo de hecho la autoridad de los jueces pro golpistas del TSJ, aunque dijeron que recurrirían a instancias internacionales contra la misma.
Esta actitud creó más confusión y desorientación en las masas. El movimiento revolucionario había demostrado su ímpetu y fortaleza, pero su dirección vacilaba y cedía terreno ante la reacción.
El movimiento revolucionario
La derrota del golpe demostró en los hechos, el enorme poder de la clase obrera, generando una ola de confianza en el movimiento de masas y en sus propias fuerzas. Los trabajadores, los oprimidos, habían parado el golpe dejando claro que la correlacción de fuerzas estaba claramente a su favor.
La experiencia vivida durante el 11 y 13 de abril sirvió para hacer reflexionar al sector más avanzado de la clase sobre las tareas que debía afrontar el movimiento revolucionario. La actitud y las medidas tomadas por el gobierno despertaron vivas críticas, especialmente entre los activistas que participaban en primera línea del proceso, como demuestra el documento hecho público tras el 11 de abril, por la Alianza Popular Boliviariana, criticando “la posición conciliadora asumida por el gobierno, que por momentos llega a una franca entrega del proceso de cambios” y destacando la necesidad de establecer “estructuras de coordinación de las organizaciones populares de base (...) Estas estructuras deben definir un claro programa político de transformación social” así como “... crear instancias de representación popular mediante las asambleas de ciudadanos como una forma de poder alternativo...”
Durante este tiempo, los debates, los manifiestos y las declaraciones se suceden. Intelectuales de izquierda, como el Grupo 13 de Abril, abogan clara e inequívocamente por la transformación socialista de la sociedad y diferentes organizaciones de base, entre ellas, junto a la mencionada Alianza Popular Boliviariana, un número importante de Círculos Boliviarianos, la Asamblea Popular Revolucionaria, el Bloque Clasista y Democrático de trabajadores de Carabobo y diferentes asambleas populares y de trabajadores de todo el país, son conscientes de la necesidad de profundizar y defender los logros conquistados por la revolución bolivariana.
Se llega así al primer encuentro de organizaciones populares en Caracas el 28 y 29 de septiembre que deja un sabor agridulce en muchos de sus participantes porque de las 18 mesas de trabajo sólo 5 pueden presentar a votación en el plenario sus conclusiones, con lo que se llega al acuerdo de volver a organizar un nuevo encuentro nacional donde vuelvan a discutirse y votarse las propuestas de todas las comisiones que serán presentadas a Chávez que asiste a la clausura y conmina al plenario a presentar todas las propuestas una vez aprobadas ya que así “serán una exigencia del poder popular para el gobierno”, pero la realidad es que no se toma ninguna decisión sobre lo qué hacer hasta que no vuelva a darse este segundo encuentro.
En la práctica se vive la contradicción que ha llevado al fracaso de muchos procesos revolucionarios. El movimiento revolucionario se siente fuerte y vivo, y aunque mira con desconfianza la actitud vacilante de su dirección, sigue dejando en sus manos el desarrollo del proceso. Por otro lado, a través del desarrollo y la experiencia acumulada, los sectores más avanzados y conscientes llegan a la conclusión de que el auténtico obstáculo es la existencia del capitalismo
Crece la polarización social
Durante este mes de octubre los acontecimientos se han sucedido a una velocidad de vértigo.
A pesar de que los sectores más inteligentes de la burguesía son conscientes de su debilidad y de que el movimiento revolucionario mantiene toda su fuerza y apoyo entre los trabajadores, tanto la revolución como la contrarrevolución tienen su propia dinámica interna y hay hechos que escapan a su control.
La burguesía y el imperialismo quieren acabar con el proceso abierto en Venezuela. En ese punto todos están de acuerdo ¾ de hecho, el 18 de noviembre un comando intentó asesinar a Chávez a su vuelta de Europa ¾ . También todos están de acuerdo en que la única solución es una dictadura que aplaste y doblegue el movimiento obrero, acabando con sus organizaciones, como la única garantía de acabar con el peligro revolucionario. La única diferencia que existe entre los diferentes sectores de la burguesía es la forma y el momento más adecuado para llevar adelante estos planes.
Un sector había apostado por esperar el desgaste de Chávez, ¾ combinando una campaña interna y externa de acoso al gobierno ¾ sabiendo que los trabajadores, acuciados por la situación económica, el paro, la pobreza y la necesidad de “buscarse las habichuelas”, si no ven una alternativa que realmente cambie sus condiciones de vida, tarde o temprano abandonan la primera línea de batalla. Ese sería el mejor momento para dar el golpe.
Pero es evidente que otro sector estaba impaciente por aplastar el movimiento de masas. Lo más probable es que este sector se sintiese envalentonado por los pasos atrás y las concesiones hechas por el gobierno, a la vez que sentía la presión de su base de apoyo, una pequeña burguesía histérica y desesperada por “acabar de una vez con el caos” y reimplantar “el orden”.
En la organización de la “toma de Caracas” convocada para el jueves 10 de octubre no había ningún desacuerdo, pero las vacilaciones sobre el camino a seguir quedaron patentes en los oradores. La mayoría de los asistentes, que lograron una de las manifestaciones más masivas contra el gobierno, esperaban que ese mismo día se convocara un cierre patronal indefinido contra el gobierno y el pronunciamiento de los militares. Sin embargo, en lugar de hacer esto, sus dirigentes plantearon un ultimátum a Chávez para que dimitiera y el paro patronal fue convocado para el 21 de octubre.
La respuesta de la clase obrera
La reacción popular ante este ataque de la reacción no se hizo esperar. Apenas con dos días para organizar el acto, el domingo 13 de octubre, cientos de miles de trabajadores desbordaron la Av. Bolivar en apoyo al gobierno y al proceso revolucionario. A pesar de la manipulación de los medios de comunicación (el “progresista” diario El País publicó en portada una foto de la manifestación golpista mientras que el 14 de octubre se limitó a dar la noticia de la manifestación bolivariana en las páginas internacionales con la foto de un solo manifestante) a la burguesía internacional no le quedó más remedio que reconocer que la manifestación del día 13 había sido superior a la del día 10. Nuevamente la clase obrera respondía a la reacción movilizándose y demostrando su fuerza en la calle.
La clase obrera aprende de su experiencia. Las masas recordaban perfectamente como el 9 de abril fue convocada una manifestación donde los golpistas dispararon para crear el caos; recordaban el cierre patronal previo al golpe de estado; recordaban los detenidos y muertos provocados durante apenas las 48 horas que se mantuvo la junta golpista... y salieron a la calle para demostrar que “si hay un nuevo 11 habrá un nuevo 13”.
La fortaleza del movimiento revolucionario dividió aún más a la reacción. El tan anunciado cierre patronal para el día 21, que en un principio iba a ser “indefinido” se quedó en un cierre de doce horas. Esta vez quedó en evidencia el fracaso del mismo. A pesar de que nuevamente los funcionarios administrativos de PdVSA siguieron el llamamiento de la patronal, los trabajadores de los pozos petrolíferos, de las refinerías y la distribución garantizaron el normal funcionamiento de la empresa. Trabajadores en Valencia y otras ciudades venezonalas obligaron a los empresarios a abrir las fábricas, montando cordones y manifestaciones ante las puertas de las mismas. La consigna “si los empresarios cierran las fábricas los trabajadores las expropiaremos bajo nuestro control” caló entre amplios sectores del movimiento obrero y asustó a muchos empresarios que prefirieron abrir a enfrentarse con la ocupación de sus empresas. Después de la experiencia acumulada en las jornadas previas al 11 de abril, la clase obrera no estaba dispuesta a permitir a los golpistas repetir el esquema. Los trabajadores de los transportes garantizaron su funcionamiento; se organizaron comités que patrullaron las calles en diferentes zonas de las ciudades y al final de la tarde se concentraron miles de trabajadores en diferentes ciudades de toda Venezuela para celebrar el fracaso del “paro de los ricos”.
¿Qué va a ocurrir en Venezuela?
A la hora de cerrar este artículo muchas incógnitas pesan sobre Venezuela, aunque por las informaciones que nos llegan desde Venezuela, el intento golpista ha fracasado.
A los 14 militares ¾ muchos de ellos implicados en el golpe del 11 de abril ¾ que han exigido la renuncia inmediata de Chávez, se han sumado varios generales y altos mandos del ejército, según Cadena Global son ya más de 100, aunque varios generales han dado su apoyo incondicional a Chávez y al proceso revolucionario, como el caso de Raul Isaías Baduel, al que quieren enjuiciar porque día 16 de octubre hizo un llamado a los trabajadores y habitantes de la zona oeste de Caracas a defender la revolución. ¡Nuevamente vemos a quiénes sirven los tribunales burgueses! Los golpistas se concetran en la plaza Francia Altamira con absoluta impunidad, mientras se admiten a trámite denuncias contra los militares que apoyan el proceso revolucionario.
Parece evidente que este sector del ejército que se ha pronunciado contra el gobierno y se ha concentrado permanentemente en la Plaza Francia se ha adelantado a los planes del otro sector que prefería esperar. Por supuesto, ante los hechos consumados, han recibido también el apoyo de Fedecamaras (la agrupación de empresarios) y todas las huestes de la reacción. Sectores de la clase media del este de la ciudad les apoyan con su presencia.
Este mismo 26 de octubre, Chávez ha denunciado que en la plaza “se está cocinando un golpe de estado” y ha advertido que el gobierno responderá por la “vía armada si pretenden dar otro golpe”. Varios generales y divisiones han reiterado su apoyo al gobierno.
Es obvio, como no podía ser de otra manera, que la división en líneas de clase también afecta al ejército. Parece bastante fiable que la mayoría de la tropa sigue apoyando al gobierno y el proceso revolucionario. Esto es importante, pero no suficiente. La clase obrera lo ha entendido así y desde que se inició el pronunciamiento golpista han tomado las calles de las diferentes ciudades de Venezuela.
El mismo día 25 decenas de miles de trabajadores y soldados organizaron un “gaitazo anti golpista”. Caravanas de coches han recorrido los barrios oeste de Caracas llamando a los trabajadores a movilizarse contra el golpismo. También en Caracas, en La Bandera, Plaza Sucre y Plaza Venezuela, se han formado Asambleas Populares que han debatido y votado las acciones a tomar, que serán entregadas a Chávez. Varios miles de personas ¾ que celebraron con júbilo la victoria de Lula este domingo ¾ se mantienen concentradas en los alrededores del palacio de Miraflores como muestra de apoyo al proceso revolucionario. En Maracaibo (Estado de Zulia) la segunda ciudad más importante de Venezuela, decenas de miles salieron el sábado a mostrar su oposición al golpismo. Manifestaciones y asambleas se están produciendo en todas las ciudades del país.
A nadie se le escapa que en estos momentos un intento serio de golpe de estado provocaría una respuesta que podría desembocar en una guerra civil con un resultado incierto para la burguesía.
Romper con el capitalismo
Está claro que la correlacción de fuerzas es claramente favorable a la clase obrera. El problema aquí es que el movimiento revolucionario carece de una dirección consecuente para llevar el proceso hasta el final. Eso provoca un impasse entre las clases que, tarde o temprano, tendrá que decantarse a favor de una u otra.
Chávez tiene el apoyo mayoritario de la clase obrera y los sectores más oprimidos, como se ha demostrado una y otra vez a lo largo del proceso. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones y los avances hechos por su gobierno en materia social durante estos años, la reacción sigue manteniendo intactas sus posiciones y la pobreza sigue aumentando en Venezuela.
Es posible que Chávez, de manera honesta y sincera, quiera evitar un enfrentamiento directo entre las clases. De ahí su interés en convencer a un sector de la burguesía y el imperialismo, haciendo concesiones en la esperanza de que “comprendan” y “acepten” las reformas. El problema que Chávez no ha entendido es que los intereses de la burguesía y el imperialismo son absolutamente irreconciliables con los intereses generales de la clase obrera, el campesinado y los pobres de Venezuela. Chávez todavía no ha entendido que la burguesía nunca permitirá una situación como la actual que pone en peligro sus intereses de clase y que, ahora o más tarde, volverá a intentar acabar con el proceso de modo violento y brutal.
La revolución bolivariana prometió mejorar las condiciones de vida de las masas; prometió sacar a los niños de la calle; prometió sanidad para todos; educación; viviendas dignas; salarios decentes... Pues bien, cumplir todas esas promesas requiere acabar con la propiedad privada de los medios de producción, la tierra y la banca, poniendo todos recursos bajo el control de los trabajadores. Venezuela es un país rico saqueado por una oligarquía parásita al servicio del imperialismo estadounidense. Romper con ese sistema es la única alternativa para garantizar una vida digna a la clase obrera y sectores oprimidos de la sociedad, que son la inmensa mayoría.
Esta intentona golpista ha fracaso, pero eso no significa que el peligro de la contrarrevolución haya desaparecido. Mientras la burguesía mantenga sus recursos financieros, sus posiciones en el aparato del Estado, sus medios de comunicación, sus empresas... seguirá conspirando hasta acabar con el proceso revolucionario. No tenemos que olvidar que muchos de los oficiales que hoy se han pronunciado contra el gobierno, antes se proclamaban “leales” al gobierno, igual que muchos jueces juraron la constitución bolivariana y hoy dejan en libertad a los golpistas que pretenden acabar con esa misma constitución.
La clase obrera ha demostrado que tiene la suficiente fuerza para construir una nueva sociedad que ponga al servicio de la mayoría la riqueza y los medios de producción del país garantizando un aumento del bienestar para la mayoría de la población y cumpliendo las promesas por las que Chávez fue elegido. Un cambio que es apoyado por la inmensa mayoría de los venezolanos y que apenas encontraría resistencia real en la reacción. Si desde el gobierno Chávez hiciera un llamamiento a los trabajadores, a los campesinos, a los soldados, a tomar las fábricas, la tierra, la banca y los cuarteles, no habría fuerza capaz de oponerse a ese movimiento.
En el último año, la dirección del movimiento revolucionario ha estado a la defensiva. En lugar de tomar la iniciativa y profundizar el proceso revolucionario, se ha contentado con movilizar el enorme apoyo que tiene ante las acciones de la reacción, que a pesar de su debilidad objetiva es mucho más consecuente con sus objetivos. De mantenerse esta actitud, a la larga es inevitable un desgaste del movimiento de masas. Las vacilaciones y la debilidad invitan a la agresión y crean confusión y dudas entre los trabajadores.
Es necesario, pues, dotar al movimiento revolucionario de un programa de transformación socialista de la sociedad para acabar de una vez por todas con la pobreza y la amenaza golpista. Es necesario y urgente conformar una auténtica dirección revolucionaria que ponga ante el movimiento obrero las tareas de la revolución, tareas que solo la clase obrera con su participación y control consciente, puede llevar a cabo.
Una Venezuela socialista, que hiciera un llamamiento a las masas oprimidas de Latinoamérica a luchar por la revolución y planificar y desarrollar la economía del continente en beneficio de los trabajadores y los oprimidos, contaría con el apoyo entusiasta y activo de las masas en Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia... y abriría una ola revolucionaria y de solidaridad en la clase obrera internacional que impediría la actuación golpista de la reacción no sólo en Venezuela sino en todos los países, incluyendo EE.UU.