Este texto clásico de Lenin, escrito en la primavera de 1916, ofrece una panorámica del desarrollo de la economía mundial y de las relaciones internacionales entre las principales potencias capitalistas de la época desde el último cuarto del siglo XIX hasta el estallido de la guerra mundial en 1914.
Este año se cumple el 97º aniversario del asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches, fundadores de la Liga Espartaquista y del Partido Comunista de Alemania. Su detención, martirio y muerte a manos de los Freikorps, dirigidos por el socialdemócrata Gustav Noske, coronaron la derrota del levantamiento obrero de Berlín de enero de 1919 e implicaron la liquidación posterior de los consejos de obreros y soldados creados por todo el territorio alemán tras la insurrección de los marineros de Kiel el 4 de noviembre de 1918.
Los textos incluidos en este libro fueron escritos por Lenin entre 1913 y 1922, en un contexto de sacudida general del sistema capitalista, de exacerbación del problema nacional y de revolución social. Un siglo más tarde, el capitalismo se encuentra sumido en una crisis profunda, y de nuevo el incremento de las tensiones interimperialistas, la intensificación de la explotación neocolonial y la agudización del problema nacional dentro de los Estados plurinacionales, corren en paralelo al auge de la lucha de clases en todo el mundo.
El 24 de enero de 1919, la dirección del Partido Comunista Ruso (bolchevique) junto a los partidos comunistas polaco, húngaro, alemán, austriaco, letón, finlandés, la Federación Socialista Balcánica y el Partido Socialista Obrero Norteamericano, realizó el siguiente llamamiento:
“Los partidos y organizaciones abajo firmantes consideran como una imperiosa necesidad la reunión del I Congreso de la nueva Internacional revolucionaria. Durante la guerra y la revolución se puso de manifiesto no sólo la total bancarrota de los viejos partidos socialistas y socialdemócratas y con ellos de la Segunda Internacional, sino también la incapacidad de los elementos centristas de la vieja socialdemocracia para la acción revolucionaria. Al mismo tiempo, se perfilan claramente los contornos de una verdadera Internacional revolucionaria”.
El Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución fue escrito por Lenin en la clandestinidad, entre agosto y septiembre de 1917, cuando se ocultó de las persecuciones del Gobierno Provisional tras las Jornadas de Julio. Basándose en los textos clásicos del marxismo, desde El Manifiesto Comunista a La guerra civil en Francia, desde la Crítica del programa de Gotha al Anti-Dühring, Lenin perseguía un fin teórico y práctico: desenmascarar la política socialpatriota de los dirigentes de la Segunda Internacional, expurgando la obra de Marx del compendio de tergiversaciones reformistas que se extendieron a lo largo de años.
La publicación por la Fundación Federico Engels de una tercera edición de La revolución traicionada es una gran noticia. Uno de los textos más sobresalientes de la literatura marxista, y que aborda de una manera rigurosa el fenómeno del estalinismo, merece toda la atención de la nueva generación de revolucionarios.
No en vano muchos de los acontecimientos que vivimos hoy, tanto en la esfera de la lucha de clases, como en la crisis de las organizaciones tradicionales del proletariado —políticas y sindicales— y en las relaciones interimperialistas, no se pueden entender sin el colapso del estalinismo y la restauración capitalista en la URSS, en el este europeo y en China.
En esta obra, escrita a lo largo del año 1850, Marx analiza los acontecimientos revolucionarios vividos en Francia entre 1848 y 1850. Se publicó en los tres primeros números de la revista Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta Renana) dirigida por Marx y en cuyo comité de redacción participaba Engels, quien añadiría en una reedición de 1895 un cuarto capítulo. La intensa y rica experiencia de aquellos años fue una escuela de la que ambos sacarán lecciones teóricas, políticas y prácticas fundamentales para asentar y desarrollar el socialismo científico.
La continuidad del marxismo revolucionario
Este 20 de agosto de 2015 se cumplen 75 años del asesinato de León Trotsky a manos de Ramón Mercader, el agente de la GPU que logró ejecutar el crimen ordenado por Stalin tras años de intentos fracasados. La muerte del compañero de armas de Lenin y Presidente del Comité Militar Revolucionario en octubre de 1917, del organizador del Ejército Rojo y dirigente de la Internacional Comunista, culminaba años de terror contra la vieja guardia bolchevique. La maquinaria opresiva de una burocracia termidoriana, aupada al poder estatal sobre una revolución traicionada, sembró las condiciones para lo que ocurrió cinco décadas después: la restauración capitalista en la URSS y la liquidación de las conquistas de la revolución socialista de 1917.
Abraham León nació en Varsovia en 1918. El odio antisemita alentado por la clase dominante tras la Primera Guerra Mundial empuja a su familia, como a muchas otras familias judías que vivían en Polonia, a la emigración y a la búsqueda de un nuevo hogar. Tras vivir un año en Palestina, se establece finalmente, en 1928, en Bélgica.
La crisis capitalista mundial de 1929, el ascenso de Hitler, la represión y las tremendas injusticias sociales llevan al jovencísimo Abraham a afiliarse a Hashomer Hatzair (La Joven Guardia, organización juvenil de Poalé Sion). Poalé Sion tiene sus orígenes en el Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), fundado en 1898. Dentro del Bund cristalizaron dos corrientes, una abiertamente hostil al marxismo y otra situada a la izquierda, que trataba de conciliar el socialismo con el sionismo. La corriente de izquierdas llevó, en 1905, a la creación del partido Poalé Sion. A su vez, ante el impacto de la Revolución Rusa de 1917, Poalé Sion se dividió en un ala de derechas y otra de izquierdas. Hashomer Hatzair, que se había fundado en Polonia y en Austria en 1913, se mantuvo ligada a esta última corriente.
La guerra y la Internacional de León Trotsky
Trotsky escribió esta corta obra en octubre de 1914, desencadenada ya la Primera Guerra Mundial. El ejército alemán había invadido Bélgica y ocupaba parte de Francia, y aplicando la política del “terror” destruía ciudades enteras como Lovaina y masacraba a la población civil, especialmente en caso de oposición armada a la invasión.
¡El enemigo principal está en casa!
En este mes se cumple el centenario de un texto histórico del marxismo: El enemigo principal está en casa. Escrito en mayo de 1915 por el dirigente de la Liga Espartaquista y fundador del comunismo alemán, Karl Liebknecht, es un llamamiento apasionado a la rebelión que resonó como un aldabonazo para los oprimidos de toda Europa. En plena borrachera chovinista, y tras la capitulación patriótica de la dirección de la socialdemocracia alemana ante su propia burguesía, el marxismo internacionalista, genuino, no adulterado, vibra en las palabras de Liebknecht. Un documento que Lenin saludó con entusiasmo y que se convirtió en la guía de acción de los internacionalistas alemanes durante la guerra imperialista. Hoy queremos recordar y recomendar a toda la nueva generación de revolucionarios este texto, que sigue conservando toda su fuerza teórica y práctica.