Esta nueva edición de la Fundación Federico Engels rescata un material extraordinario y olvidado injustamente: las nueve conferencias que el bolchevique David Riazánov pronunció en la Academia Socialista de Moscú en 1922. Dirigidas a cuadros y militantes obreros del Partido Comunista, Riazánov aborda en ellas la vida de Marx y Engels y su obra revolucionaria: “Voy a tratar un tema puramente histórico, pero al mismo tiempo me asigno una tarea teórica, ya que Marx y Engels, los maestros cuya historia referiré, interesan como autores de la concepción materialista de la historia y creadores del socialismo científico, y quisiera hacerlo empleando su propio método, aplicando esa misma concepción”.
En el mes de marzo la Fundación Federico Engels publicará el libro Recuerdo de Lenin que abarca el periodo que transcurre desde 1893, cuando Lenin llega a Petersburgo y conoce a Krúpskaya, hasta el año 1907, en que comienza su segunda emigración en Ginebra tras la derrota de la Revolución de 1905. Nadia Krúpskaya, la compañera y mujer de Lenin, escribió este libro diez años después de la muerte del líder bolchevique, ocurrida en enero de 1924.
Esta obra, publicada por Engels tras la muerte de Marx, es uno de los mayores hitos del materialismo histórico, probablemente el más importante junto a El Manifiesto Comunista. Frente al enfoque idealista que nos presenta la historia como un reflejo de la lucha entre las ideas de los grandes hombres, el materialismo histórico considera que es al revés, que las ideas son un reflejo de las condiciones materiales de vida y, en concreto, descubre que el verdadero motor de la historia es la lucha de clases. Desde este punto de vista, que sigue siendo revolucionario a día de hoy, la historia se hace realmente comprensible.
Este año se cumple el 95º aniversario del asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches, fundadores de la Liga Espartaquista y del Partido Comunista de Alemania. Su detención, martirio y muerte a manos de los Freikorps, dirigidos por el socialdemócrata Gustav Noske, coronaron la derrota del levantamiento obrero de Berlín de enero de 1919 e implicaron la liquidación posterior de los consejos de obreros y soldados creados por todo el territorio alemán tras la insurrección de los marineros de Kiel el 4 de noviembre de 1918.
En julio de 1914 estallaba la Primera Guerra Mundial. Millones de hombres y mujeres vieron sacudidas dramáticamente sus vidas a lo largo de los más de cuatro años que duró esta carnicería imperialista. Pero la guerra, paralelamente al rastro de muerte y sufrimiento que deja tras sí, tiene la virtud de mostrar el verdadero rostro de todos los involucrados, incluyendo el de los partidos que afirman defender los intereses de los trabajadores. Lenin analiza en esta obra la traición de la socialdemocracia europea y las razones que la motivaron. El texto aporta lecciones muy profundas para todos los revolucionarios hoy.
Las tradiciones revolucionarias del movimiento jornalero, de rebelión contra la situación de semiesclavitud impuesta por los terratenientes, tienen un origen centenario. Ya en el siglo XIX se produjeron revueltas que cuestionaban directamente la propiedad de la tierra, como la ocupación de 1.300 fanegas en Casabermejas (Málaga) en 1840, de Pozoblanco (Córdoba) en 1873 o la huelga agraria de Jerez ese mismo año. Durante el “trienio bolchevique” (1918-1920), al calor del triunfo de la Revolución Rusa, Andalucía es sacudida por una intensísima y generalizada ola de huelgas, motines, ocupaciones de fincas, insurrecciones y enfrentamientos con las fuerzas del orden.
La Fundación Federico Engels publica el Anti-Dühring, uno de los trabajos más sobresalientes de Engels y en el que se expone, de forma sistemática, los principios esenciales del socialismo científico. La dialéctica materialista y su aplicación a los procesos en la naturaleza, la historia, la economía y la política, ocupan el lugar central en estas páginas, que fueron escritas para responder a las tesis del profesor Eugen Dühring.
El derecho de las naciones a la autodeterminación fue escrito por Lenin hace exactamente cien años, entre febrero y mayo de 1914, en un contexto de auge del movimiento obrero ruso —un proceso que se cortó temporalmente con el estallido de la Primera Guerra Mundial, a pocos meses de concluir el libro, y que volvió a emerger con la caída del régimen zarista, en febrero de 1917—. Lenin tenía muy presente que el éxito de la revolución que se estaba gestando dependería, entre otros aspectos fundamentales, de la posición que los bolcheviques mantuvieran respecto a la cuestión nacional. A pesar del tiempo transcurrido, este texto, mantiene una vigencia asombrosa, y lo hace por dos motivos fundamentales.
La Fundación Federico Engels acaba de publicar un nuevo número de su revista Marxismo Hoy, dedicada a Rosa Luxemburgo y la revolución alemana. Este trabajo forma parte de otro más amplio, que se editará en formato de libro en el mes de mayo con el título Bajo la bandera de la rebelión. Para conocer más en detalle el contenido y los motivos de esta obra hemos entrevistado a su autor, Juan Ignacio Ramos, Presidente de la Fundación Federico Engels y dirigente de la Corriente Marxista El Militante.
Las grandes movilizaciones obreras y campesinas del “trienio bolchevique” (1918-1920) provocadas por la carestía de la vida y la resonancia internacional de la Revolución de Octubre tuvieron un gran impacto en el Estado español, siendo una de sus consecuencias la extensión de la conciencia de clase y la subsiguiente organización obrera a localidades en las que tan solo unos años antes este hecho hubiera sido impensable.
Entrada la década de los años veinte, ya bajo la dictadura de Primo de Rivera, un grupo de jóvenes acometió la tarea de organizar el PSOE en Sigüenza, labor que pudo realizar dada la permisividad que la clase dominante dispensó a este partido por la postura de colaboración de clase adoptada por su dirección entre 1924 y 1930, hasta el punto que Largo Caballero, secretario general de la UGT, llegó a ser miembro del Consejo Interventor de Cuentas y del Consejo de Estado junto a Primo de Rivera.
En la primera década del siglo XX el proceso de concentración y monopolización del capital había arrasado el modelo decimonónico de capitalismo. La “libre competencia” de pequeños industriales y comerciantes cedió el paso a una batalla encarnizada entre las grandes potencias y los grandes monopolios bancarios e industriales por conquistar fuentes de materias primas, rutas comerciales y territorios. La pugna desembocaría en una destrucción de fuerzas productivas y pérdida de vidas humanas a una escala sin precedentes en la historia.
La Primera Guerra Mundial redujo a la ruina una parte considerable de la civilización moderna: la economía fue devastada, millones de seres humanos fueron masacrados en las trincheras y una inmensa mayoría fue condenada a una existencia de penalidades y escasez.