Cuando las dificultades crecen y la tarta se hace más pequeña, las divisiones afloran y las reglas de juego se rompen. Con su habitual cinismo la revista británica The Economist encabezaba un articulo del 2 de septiembre con lo siguiente: “Francia y Alemania construyeron el euro juntos. Ahora, juntos, están destruyendo el pacto de estabilidad”. De hecho, las dos economías más importantes de Europa ya han dejado muy claro que no piensan cumplir con el déficit cero en el plazo acordado y Alemania ha recordado al gobierno de Aznar —que ha estado haciendo mucho ruido defendiendo la necesidad de rigor presupuestario— que un 1% del crecimiento del PIB de la economía española se debe a los fondos europeos, dinero que sale fundamentalmente de las arcas alemanas.
Más flexibilidad en combatir el déficit, con el fin de no asfixiar aún más la economía, no significa que los ataques a los trabajadores no vayan a seguir en el orden del día. El gobierno francés prevé aumentar la tarifa que pagan los enfermos al ser ingresados en un hospital, desde los 10,67 euros actuales a 13 euros. Además, los impuestos sobre el tabaco volverán a aumentar el 20% el mes próximo. Es decir van a intentar recortar déficit con nuevos ataques a los trabajadores y a los sectores más desfavorecidos. En la misma línea se sitúa la Agenda 2010 del gobierno de Schröder.
Los factores más importantes, tanto en Alemania como en Francia, para la entrada en recesión ha sido la caída de las exportaciones debido a las fortaleza del euro, la caída del consumo interno, y el aumento del desempleo. En Francia, en el segundo trimestre del año, la inversión empresarial cayó el 0,6%. Si los capitalistas no venden nada, ¿para qué van a invertir en bienes de equipo? Así mantienen sus esperanzas de encontrar mayor cuota de mercado mundial con la bajada del euro. Tal como pedía el economista de la Federación de Industrias Mecánicas Francesas, Jean Louis Fommervault, “estamos rezando para que el euro vuelva a la paridad con el dólar”. Y con ello, más lucha por los saturados mercados mundiales, y más tensiones comerciales, como ha puesto de manifiesto el fracaso de la cumbre de la OMC en Cancún.